martes, 12 de noviembre de 2013

Indian Summer

jueves, 13 de octubre de 2011

Mateo Txistu



Durante mi infancia, cuando vivia en un pequeño pueblecito en el Goierri en Guipuzcoa, escuhe una vez al abuelo de una vecina, contar esta historia, cuento o leyenda...



Cuando en las noches de tempestad se siente crujir las ramas de los árboles, el viento rugir entre las montañas y ladrar una extraña jauría de perros, la gente, sobrecogida de temor junto al fuego del hogar, solía susurrar: “Abadearen txakurrak“, es decir, “Los perros del abad”. Pero, ¿quién es tan misterioso clérigo, que asusta a los ciudadanos en las noches de tormenta?… pues es, ni más ni menos, que Mateo Txistu, el cazador errante.

Cuenta la leyenda que era éste un sacerdote, gran aficionado a la caza, a la que dedicaba buena parte de su tiempo. Un día, mientras oficiaba misa, sintió ladrar a sus perros, alertándoles tal vez de la cercana presencia de una liebre. La reacción del cura fue entonces la de dejar la sagrada forma sobre el altar, tomar presuroso su escopeta y correr en pos de la presa. Más su carrera ya nunca tendría fin.

Castigado por el Cielo, corre desde entonces, día y noche, año tras año, por toda la eternidad, persiguiendo una imposible presa. A veces se deja sentir, aunque nunca ver, por algunos humanos. Sucede durante fuertes temporales, o en días húmedos y brumosos. De su presencia tan sólo se advierten los ladridos de su jauría y un gran torbellino atravesando los bosques.

Se dice que en Segura (Guipúzcoa) una bruma portadora de un espíritu maligno que causa diversos males, tales como plagas que arruinan las cosechas de cereales, patatas y hierba y que es portadora de cólera, cruzó el pueblo en forma de neblina, dejando la desolación a su paso. Los habitantes decían que habían oído a los perros ladrar y que sus cosechas y animales enfermaron y los niños que oyeron los ladridos de los perros, fueron víctimas de locura y que por ello, tuvieron que trasladar al pueblo a un montículo, para que la bruma del mal, termináse su faena sobre la tierra donde yacía el pueblo.

martes, 3 de agosto de 2010

San Jorge y el dragon


El 23 de Abril se celebra el Día del Libro pues dos de los más célebres escritores de nuestra historia fallecieron por aquella fecha tiempo ha. Mas para los Ingleses tiene también otro contexto, pues se conmemora la muerte de Jorge de Capadocia en el año 303, siglo IV.
Este es considerado patrón de multitud de naciones y territorios, tales como Inglaterra, Georgia, Bulgaria, Portugal y Etiopía. En España es patrón de Cataluña y Aragón y de las localidades de Cáceres y Alcoy. También es popularmente conocido como "El día del Libro y la Rosa" entre nuestros compañeros británicos.

Se cree que la tradición de regalar en esta fecha una rosa a la mujer amada se remonta probablemente hasta el siglo XV. Algunas versiones hacen coincidir esta práctica con la Feria de las rosas o de los enamorados que tenía lugar en Barcelona durante el verano. Es un hecho constatado que en aquella época ya se repartían rosas a las mujeres que asistían a la misa oficiada en la capilla de San Jorge del Palacio de la Generalidad de Cataluña en esta fecha. La rosa va acompañada de una señera y una espiga de trigo. El color rojo de la rosa simboliza la pasión, la señera al patrón de Cataluña y la espiga de trigo representa la fertilidad.

La Rosa se utiliza como símbolo debido a los orígenes en la Mitología Griega. Afrodita presentó una rosa a su hijo Eros, Dios de amor. La Rosa se convirtió en un símbolo de amor y deseo. Eros le dio la rosa a Harpócrates, el Dios del silencio, para inducirlo a no chismorrear sobre las indiscreciones de su Madre. De esta manera la rosa se convirtió en el emblema del silencio y el secreto. En la edad media una rosa fue arrojada desde el techo del consejo del aposento, comprometiendo a todos los presentes a mantener el secreto, o sub Rosa, "debajo de la Rosa".

Y sin más dilación, adjunto la bella leyenda de "San Jorge y el Dragon" un cuento divertido y que explica el por qué de esta festividad en cierto modo:

"En cierta ocasión llegó San Jorge a una ciudad llamada Silca, en la provincia de Libia. Cerca de la población había un lago tan grande que parecía un mar donde se ocultaba un dragón de tal fiereza y tan descomunal tamaño, que tenía atemorizadas a las gentes de la comarca, pues cuantas veces intentaron capturarlo tuvieron que huir despavoridas a pesar de que iban fuertemente armadas. Además, el monstruo era tan sumamente pestífero, que el hedor que despedía llegaba hasta los muros de la ciudad y con él infestaba a cuantos trataban de acercarse a la orilla de aquellas aguas. Los habitantes de Silca arrojaban al lago cada día dos ovejas para que el dragón comiese y los dejase tranquilos, porque si le faltaba el alimento iba en busca de él hasta la misma muralla, los asustaba y, con la podredumbre de su hediondez, contaminaba el ambiente y causaba la muerte a muchas personas.

Al cabo de cierto tiempo los moradores de la región se quedaron sin ovejas o con un número muy escaso de ellas, y como no les resultaba fácil recebar sus cabañas, celebraron una reunión y en ella acordaron arrojar cada día al agua, para comida de la bestia, una sola oveja y a una persona, y que la designación de ésta se hiciera diariamente, mediante sorteo, sin excluir de él a nadie. Así se hizo; pero llegó un momento en que casi todos los habitantes habían sido devorados por el dragón. Cuando ya quedaban muy pocos, un día, al hacer el sorteo de la víctima, la suerte recayó en la hija única del rey. Entonces éste, profundamente afligido, propuso a sus súbditos:
-Os doy todo mi oro y toda mi plata y hasta la mitad de mi reino si hacéis una excepción con mi hija. Yo no puedo soportar que muera con semejante género de muerte.

El pueblo, indignado, replicó:

-No aceptamos. Tú fuiste quien propusiste que las cosas se hicieran de esta manera. A causa de tu proposición nosotros hemos perdido a nuestros hijos, y ahora, porque le ha llegado el turno a la tuya, pretendes modificar tu anterior propuesta. No pasamos por ello. Si tu hija no es arrojada al lago para que coma el dragón como lo han sido hasta hoy tantísimas otras personas, te quemaremos vivo y prenderemos fuego a tu casa.

En vista de tal actitud el rey comenzó a dar alaridos de dolor y a decir:

-¡Ay, infeliz de mí! ¡Oh, dulcísima hija mía! ¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo alegar? ¡Ya no te veré casada, como era mi deseo!

Después, dirigiéndose a sus ciudadanos les suplicó:

-Aplazad por ocho días el sacrificio de mi hija, para que pueda durante ellos llorar esta desgracia.

El pueblo accedió a esta petición; pero, pasados los ocho días del plazo, la gente de la ciudad trató de exigir al rey que les entregara a su hija para arrojarla al lago, y clamando, enfurecidos, ante su palacio decían a gritos:

-¿Es que estás dispuesto a que todos perezcamos con tal de salvar a tu hija? ¿No ves que vamos a morir infestados por el hedor del dragón que está detrás de la muralla reclamando su comida?

Convencido el rey de que no podría salvar a su hija, la vistió con ricas y suntuosas galas y abrazándola y bañándola con sus lágrimas, decía:

-¡Ay, hija mía queridísima! Creía que ibas a darme larga descendencia, y he aquí que en lugar de eso vas a ser engullida por esa bestia. ¡Ay, dulcísima hija! Pensaba invitar a tu boda a todos los príncipes de la región y adornar el palacio con margaritas y hacer que resonaran en él músicas de órganos y timbales. Y ¿qué es lo que me espera? Verte devorada por ese dragón. ¡Ojalá, hija mía, -le repetía mientras la besaba- pudiera yo morir antes que perderte de esta manera!

La doncella se postró ante su padre y le rogó que la bendijera antes de emprender aquel funesto viaje. Vertiendo torrentes de lágrimas, el rey la bendijo; tras esto, la joven salió de la ciudad y se dirigió hacia el lago. Cuando llorando caminaba a cumplir su destino, san Jorge se encontró casualmente con ella y, al verla tan afligida, le preguntó la causa de que derramara tan copiosas lágrimas.

La doncella le contestó:

-¡Oh buen joven! ¡No te detengas! Sube a tu caballo y huye a toda prisa, porque si no también a ti te alcanzará la muerte que a mí me aguarda.

-No temas, hija –repuso san Jorge-; cuéntame lo que te pasa y dime qué hace allí aquel grupo de gente que parece estar asistiendo a algún espectáculo.

-Paréceme, piadoso joven –le dijo la doncella- que tienes un corazón magnánimo. Pero, ¿es que deseas morir conmigo? ¡Hazme caso y huye cuanto antes!

El santo insistió:

-No me moveré de aquí hasta que no me hayas contado lo que te sucede.

La muchacha le explicó su caso, y cuando terminó su relato, Jorge le dijo:

-¡Hija, no tengas miedo! En el nombre de Cristo yo te ayudaré.

-¡Gracias, valeroso soldado! –replicó ella- pero te repito que te pongas inmediatamente a salvo si no quieres perecer conmigo. No podrás librarme de la muerte que me espera, porque si lo intentaras morirías tú también; ya que yo no tengo remedio, sálvate tú.

Durante el diálogo precedente el dragón sacó la cabeza de debajo de las aguas, nadó hasta la orilla del lago, salió a tierra y empezó a avanzar hacia ellos. Entonces la doncella, al ver que el monstruo se acercaba, aterrorizada, gritó a Jorge:

-¡Huye! ¡huye a toda prisa, buen hombre!

Jorge, de un salto, se acomodó en su caballo, se santiguó, se encomendó a Dios, enristró su lanza, y, haciéndola vibrar en el aire y espoleando a su cabalgadura, se dirigió hacia la bestia a toda carrera, y cuando la tuvo a su alcance hundió en su cuerpo el arma y la hirió. Acto seguido echó pie a tierra y dijo a la joven:

-Quítate el cinturón y sujeta con él al monstruo por el pescuezo. No temas, hija; haz lo que te digo.

Una vez que la joven hubo amarrado al dragón de la manera que Jorge le dijo, tomó el extremo del ceñidor como si fuera un ramal y comenzó a caminar hacia la ciudad llevando tras de sí al dragón que la seguía como si fuese un perrillo faldero. Cuando llegó a la puerta de la muralla, el público que allí estaba congregado, al ver que la doncella traía a la bestia, comenzó a huir hacia los montes dando gritos y diciendo:

-¡Ay de nosotros! ¡Ahora sí que pereceremos todos sin remedio!

San Jorge trató de detenerlos y de tranquilizarlos.

-¡No tengáis miedo! –les decía-. Dios me ha traído hasta esta ciudad para libraros de este monstruo. ¡Creed en Cristo y bautizaos! ¡Ya veréis cómo yo mato a esta bestia en cuanto todos hayáis recibido el bautismo!

Rey y pueblo se convirtieron y, cuando todos los habitantes de la ciudad hubieron recibido el bautismo San Jorge, en presencia de la multitud, desenvainó su espada y con ella dio muerte al dragón, cuyo cuerpo, arrastrado por cuatro parejas de bueyes, fue sacado de la población amurallada y llevado hasta un campo muy extenso que había a considerable distancia.

Veinte mil hombres se bautizaron en aquella ocasión. El rey, agradecido, hizo construir una iglesia enorme, dedicada a Santa María y a San Jorge. Por cierto que al pie del altar de la citada iglesia comenzó a manar una fuente muy abundante de agua tan milagrosa que cuantos enfermos bebían de ella quedaban curados de cualquier dolencia que les aquejase.
Igualmente, el rey ofreció a Jorge una inmensa cantidad de dinero que el santo no aceptó, aunque sí rogó al monarca que distribuyese la fabulosa suma entre los pobres."

miércoles, 17 de marzo de 2010

A Gerardo, alguien a quien conocí y hoy marchó. Una leyenda


Te fuiste,en un día como los que tanto te gustaron,como los que tanto añoraste cuando trabajabas en aquella fábrica de papel, donde decías que nunca llegaba el sol...

Hoy,la primavera,está primavera que aún no es, es la tú contemplarás desde otros ojos y desde otra mirada, se anticipaba al invierno para brindarte la despedida que tu mereces. Hoy en mi paseo solitario por el lugar que te vio nacer, vi los pequeños brotes verdes de los árboles y las primeras flores desperezadas de su largo letargo invernal asomarse para susurrarte: " Hola, amigo"...

Hoy el sol joven brillaba en lo alto, no hacía frío, tan sólo una leve brisa del sur, ese sur que tanto anhelabas en tus inviernos que te traían gratos momentos y recuerdos de las vacaciones pasadas, allí en el sur... el mismo sur, siempre el sur...

Ese sur al que el navío dorado que te espera en las puertas del cielo, te llevará, en tu último viaje, tu partida, surcarás un mar tranquilo muy lejano a nuestros ojos y a nuestra mente, muy parecido al que hoy contemple: tranquilo, sin olas, tan paciente,tan azul, tan inmenso, tal y como tú fuiste... Porque fuiste un alma inmensa, alguien para quienes tuvimos el gran placer de conocerte no olvidaremos y perdurará...

De tí me llevó grandes obras y regalos tales como tu ejemplo, tu sencillez, tu fuerza, tu imagen, tu grandeza, tu dulzura, tu sinceridad, tu sonrisa y todo lo que fuiste tú. Por siempre jamás tu siempre serás...

Ahora sentimos y sentiremos por un tiempo pena infinita porque tu ausencia nos acompaña,pero en esos momentos siempre recordaré y reviviré tus palabras, unas que me dijiste en un momento en que una herida en el corazón me atormentaba y me cegaba, "Detrás de la lluvía y de las nubes, siempre esta el sol, saldrá y con él saldrá el sol y el arcoiris...

Me reconforta saber que tras el arcoiris estarás tú saludando, esperando sonriendo. Como siempre, "Ahí estas tú". Como en todos los días de este mundo que te vieron y que fueron para que tu fueses y nosotros compartimos contigo momentos, risas, noches, fiestas,cines, comidas, cenas, alegrías, música, bailes, tristezas, inquietudes...

Siempre tú.

viernes, 12 de marzo de 2010

El camino Miguel Delibes- Fragmento



El valle... Aquel valle significaba mucho para Daniel, el Mochuelo. Bien mirado, significaba todo para él. En el valle había nacido y, en once años, jamás franqueó la cadena de altas montañas que lo circuían. Ni experimentó la necesidad de hacerlo siquiera.
A veces, Daniel, el Mochuelo, pensaba que su padre, y el cura, y el maestro, tenían razón, que su valle era como una gran olla independiente, absolutamente aislada del exterior. Y, sin embargo, no era así; el valle tenía su cordón umbilical, un doble cordón umbilical, mejor dicho, que le vitalizaba al mismo tiempo que le maleaba: la vía férrea y la carretera. Ambas vías atravesaban el valle de sur a norte, provenían de la parda y reseca llanura de Castilla y buscaban la llanura azul del mar. Constituían, pues, el enlace de dos inmensos mundos contrapuestos.
En su trayecto por el valle, la vía, la carretera y el río —que se unía a ellas después de lanzarse en un frenesí de rápidos y torrentes desde lo alto del Pico Rando— se entrecruzaban una y mil veces, creando una inquieta topografía de puentes, túneles, pasos a nivel y viaductos.
En primavera y verano, Roque, el Moñigo, y Daniel, el Mochuelo, solían sentarse, al caer la tarde, en cualquier leve prominencia y desde allí contemplaban, agobiados por una unción casi religiosa, la lánguida e ininterrumpida vitalidad del valle.

domingo, 14 de febrero de 2010

El poema que lee Isolda a Tristán


en tus ojos, mi rostro
en los mios, el tuyo
en el rostro descansan los corazones fieles
¿dónde podriamos encontrar dos mejores hemisferios
sin un Norte definido,
sin un Occidente declinante?
aquello que muere no estaba mezclado con igualdad,
si nuestros corazones son uno
o nuestro amor semejante
ninguno desfallecerá
ninguno morirá...

jueves, 11 de febrero de 2010


La Dama Isabel y el Caballero Elfo.


La Dama Isabel bordaba sentada en su alcoba,
Mientras los mancebos la rodeaban alegres.
Entonces ella escuchó que un Caballero Elfo
Soplaba su cuerno estremeciendo el cielo.
Era la primera semana de mayo.

Si tuviese aquel cuerno, ella dijo, Que oigo temblar,
Al Caballero Elfo que lo toca en mi seno le dejaría reposar...

La Dama dijo las palabras en un suspiro,
Y el Caballero Elfo en la ventana fue visto.

Es un asunto extraño, dulce doncella; dijo el Elfo.
Apenas he tocado mi cuerno cuando vuestros labios me convocaron.

¿Vendrá conmigo al Bosque Verde, doncella?
Pues si no lo desea, de todos modos lo hará.

Él salto sobre un corcel, la Dama sobre otro,
Y hacia el Bosque Verde juntos cabalgaron.

Desmonta, Dama Isabel, este es el lugar;
Este es el sitio en donde morirás.

Piedad, amable señor, piedad por esta doncella;
Dejad que a vea a mi padre, y a mi querida madre.

Siete Hijas de Reyes fueron muertas por mí,
Y tu único destino es ser la octava.

Reposa conmigo, caballero, apoya tu cabeza en mi falda,
Permite que descanse antes de vestir mi mortaja.

Se acercó a él y con caricias lo arrulló,
Cautivo de sus encantos, el Elfo se durmió.

Con el cinto de su espada la doncella lo sometió,
Y con su propia daga, herida mortal le dio.

Si Siete Hijas de Reyes por tí fueron muertas,
Yaced aquí, y sed un esposo para ellas.